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Cultura contra el burnout: ¿pueden los museos ser parte del bienestar laboral?

De pequeña, en casa, estaba rodeada de libros de arte. No había viaje que no incluyera una visita (o dos, o tres) a un museo. Allí, estudiábamos la luz, los vestidos, la representación o las leyendas. Con los libros, repasando cuadros, aprendía sobre mitología o cultura clásica.

Con los años, las visitas a los museos se han reducido más de lo que me gustaría. Me gusta observar con curiosidad y sonreír cuando alguien utiliza referencias pictóricas en sus presentaciones. Me gustaría poder intercambiar impresiones sobre por qué ha elegido esa obra en lugar de otra y qué significado le ha querido dar. Me gustaría tener tiempo para entrar en un museo, sentarme en un sillón delante de una obra y quedarme un buen rato. No sólo analizando, sino también divagando.

Como ocurre con todo, nos falta tiempo.

El tiempo para observar sin prisa, para dejar que una pintura nos hable, conectar con el arte más allá de una visita rápida y programada.

Office in a Small City Edward Hopper

Esta carencia de tiempo no sólo nos afecta en el ámbito personal, sino también en el laboral. Los ritmos acelerados, las presiones y la constante exigencia de productividad nos desgastan. El estrés laboral y el burnout se han convertido en problemas estructurales en muchas profesiones. Y es aquí donde el arte puede volver a desempeñar un papel fundamental.

En Valencia, seis centros de salud han iniciado un proyecto para recomendar visitas a museos a personas solas o que no realizan ejercicio físico. Éste no es el único proyecto que acerca la cultura a los grupos más vulnerables. El Museo de Sitges, y otros museos de Cataluña lanzaron, justo después de la cóvid, el programa RecuperArt-19, orientado a mejorar el estado anímico y emocional, ya combatir el estrés postraumático de los profesionales de la salud. Durante julio de 2020, se realizaron diferentes recorridos terapéuticos.

El arte, como el tiempo, no debería ser un lujo. Quizá sea hora de reivindicarlo también en el mundo laboral.

Cultura contra el burnout: ¿pueden los museos ser parte del bienestar laboral?

Si el arte puede tener un efecto terapéutico en personas que padecen soledad o en profesionales de la salud agotados por el estrés postraumático, ¿por qué no podría ser también una herramienta para cualquier trabajador que afronta la presión diaria del mundo laboral?

Ya sea por la situación vivida durante la covid, el teletrabajo como forma de control (asegurarse de que trabajamos las mismas horas, que estamos presentes como en una oficina, o trabajar fuera de horas) o el ritmo vertiginoso que llevamos desde hace tiempo, donde se busca la máxima productividad sin tener en cuenta el bienestar del trabajador, estamos llegando a niveles altos de burnout.

De ese mal han surgido tendencias como la gran renuncia y el quiet quitting, entre otros.

El baño, Joaquim Sorolla i Bastida

Algunas empresas han empezado a plantear cambios: jornadas laborales reducidas, programas de mindfulness o espacios de desconexión dentro de las oficinas.

Pero, si la ciencia avala que la exposición al arte puede ser beneficiosa para la mente, ¿por qué no plantear también la cultura como herramienta de bienestar laboral?

El arte como vía de escape y regeneración mental

Visitar un museo puede parecer, en apariencia, una actividad de ocio más. Pero su influencia en la mente va mucho más allá. La experiencia estética que ofrecen los museos rompe con la rutina, activa la creatividad y genera un espacio de reflexión e introspección.

Varios estudios en neurociencia han demostrado que la exposición a estímulos artísticos activa áreas del cerebro asociadas con el placer, la motivación y la recompensa, contribuyendo a una mayor resiliencia frente al estrés. Esto tiene implicaciones directas en el ámbito empresarial: cambiar de ambientes, entrar en zonas con estímulos visuales diferentes, artísticos, da una nueva visión y ayuda a la capacidad de innovación. Nos volvemos más creativos. Y eso significa, principalmente, tener nuevas formas de ver las cosas, de salir de la caja, de pensar diferente.

Además, la reducción de los niveles de cortisol, como muestran algunas investigaciones, se traduce en una respuesta fisiológica que puede mejorar la gestión de la presión y la productividad. Integrar actividades culturales como visitas a museos o talleres artísticos puede funcionar como una estrategia de bienestar laboral, favoreciendo un equilibrio entre la productividad y la salud mental de los trabajadores.

Un estudio de la University College London concluyó que exponerse al arte provoca una activación cerebral similar a la que experimentamos en momentos de bienestar o euforia. No es casualidad que en países como Canadá o Reino Unido los médicos puedan prescribir visitas a museos como parte de un tratamiento para reducir la ansiedad o la depresión.

Danaide. Auguste Rodin

Además, el arte puede ser un espacio de desconexión activa. Una visita a un museo requiere participación activa: observar, interpretar, cuestionarse, oír. Como lo que hacía yo de pequeña, cuando visitaba museos o me adentraba en libros de arte. Inventaba historias, ponía en contexto, me emocionaba. Estas pequeñas cosas, además de ayudarnos a desconectar, estimulan la creatividad.

Un cambio de mentalidad necesario

Pero para que la cultura sea realmente una herramienta de bienestar laboral, es necesario un cambio de mentalidad. No podemos seguir considerando a los museos, y la cultura en general, como un actor secundario o como una actividad de lujo.

Deberíamos ser capaces de integrar el arte en la vida laboral de forma orgánica. Esto no significa sólo ofrecer descuentos para museos a los trabajadores, sino crear espacios donde la cultura forme parte del día a día. Imaginemos sesiones de trabajo en espacios museísticos (muchos tienen salas de talleres, ¿por qué no utilizarlas como oficinas de vez en cuando?). Podríamos crear clubs de lectura en la oficina, zonas para tejer en compañía o espacios donde los trabajadores puedan encontrar libros, películas y música para explorar.

Teniendo en cuenta que pasamos gran parte de nuestra vida trabajando, tiene todo el sentido del mundo buscar estrategias para hacer que este tiempo sea más enriquecedor y sostenible a largo plazo. Y quizás la respuesta no pasa por más reuniones sobre gestión del estrés, sino por permitir a los trabajadores el lujo —o la necesidad— de sentarse frente a un cuadro, observarlo con calma y, por unos instantes, dejarse llevar por la imaginación.

¿Crees que en tu empresa podría integrarse la cultura como parte del bienestar laboral?

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